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Nobody said it would be easy...

Tomás Saraceno en Düsseldorf

 

 

Tomás Saraceno es un arquitecto y artista argentino. Nació en Tucumán y vive actualmente en Berlín. En el museo Ständehaus de Dusseldorf ha suspendido una construcción por la que los visitantes pueden transitar y que ha llamado "in Orbit". (Me imagino lo que ha querido decir con esto y lo he traducido libremente como "estar en su camino"). Sentía mucha curiosidad por verla.

in orbit

in orbit

 

Él mismo describe su obra como " una cósmica estructura abierta, que se convierte en tejido densificado, ramificado, antes de fluir de nuevo hacia las líneas en sus bordes."

 

Para él la instalación visualiza "el continuo espacio-tiempo, la tela tridimensional de una araña, las ramificaciones de la materia en el cerebro, la materia oscura o la estructura del universo. Con "In Orbit" las proporciones entran en nuevas relaciones, los cuerpos humanos se convierten en planetas, moléculas o agujeros negros sociales."

Queríamos tocar la red y movernos por ella, así que fuimos a la exposición.

Primero él y luego yo. Y por supuesto con nuestra nueva cámara.

Con mi ojo pegado al visor, veía a Matthias y notaba como reunía todo su valor para seguir su camino. Me impresionaba, pero mi sistema nervioso temblaba y sentía cada célula de mi cuerpo.

Maybe things can be frightening but they might also be extremely beautiful.

Maybe things can be frightening but they might also be extremely beautiful.

To be absolutely present is like a walk through universe.

To be absolutely present is like a walk through universe.

 

Después subí yo a la red y lo comprendí ,"si me conecto bien entre el cielo y la tierra, lo conseguiré ". La confianza en la vida disipa el miedo.

Fill the gap between you and life

Fill the gap between you and life

If you have nothing to do do it here.

If you have nothing to do do it here.

Un dia a lo largo del Rin

Recorrido por nuestra región

 

Carmen y yo recorremos de vez en cuando el trayecto entre Bad Honnef y Königswinter y como con frecuencia nos preguntan dónde está exactamente, voy a describir la ruta con un poco más de precisión. Dejamos el coche delante del museo de Hans Arp,enfrente del transbordador de Königswinter, y tomamos el tren de Rolandseck a Mehlem, un trayecto de 5 minutos. El tren sale cada hora. En Mehlem solo tenemos que cruzar la calle para llegar al transbordador de Bad Honnef, que nos lleva al otro lado del río a la estación de Drachenfelsen, donde comienza la ruta con el tramo más empinado de todo el recorrido hasta Drachenfelsen. Llegamos arriba después de 30 minutos y, si el tiempo es bueno, se puede contemplar el mayor río de Alemania. Dejamos a un lado el tren de cremallera y nos encaminamos hacia Milchhäuschen.

 

 

Paramos para tomar un café y seguimos después en dirección Bad Honnef (sur) o Löwenburg. La marca del Rheinsteig nos acompaña.

 

Y como ya conocemos bien el trayecto podemos concentrarnos en el camino.

 

También en aquello que encontramos al caminar.

 

 

 Por praderas de árboles frutales y pasando Löwenburg seguimos aún más de tres horas hasta llegar a Bad Honnef sur.

 

 

 El camino nos lleva a través del Muchenwiesental hasta el albergue juvenil de Bad Honnef, donde aprovechamos para tomar algo y para pedir un taxi, que nos lleva otra vez al transbordador. El museo de Hans Arp está enfrente del embarcadero, al otro lado. Parte de la colección de arte se expone en la antigua estación de ferrocarril de Rolandseck. Desde ahí, tomando un ascensor, se llega a una maravillosa construcción moderna con vistas a Siebengebirge y al lugar donde, según la leyenda, luchó Siegfried contra un dragón.

 

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En el museo hay una cafetería y siempre asocio esta cafetería con las charlas con Carmen, nuestra satisfacción y nuestras risas al final de una caminata.

 

 

Porque puede ser ligero, bonito y también dulce de vez en cuando.

Surfing in Wissant

o “Haz un par de fotos...“

 

Voy a menudo con Martín a Wissant. Él practica el windsurf y yo camino, sola, por la orilla del mar. Casi siempre saco fotos, el mar, la luz y la costa. Son imágenes panorámicas que reflejan especialmente mi propio estado de ánimo, y si las contemplo ahora remueven mi interior, rara vez las viejas heridas, en la mayoría de los casos me alegran y mi corazón se abre con los recuerdos guardados en esas fotografías.

 

En esta ocasión Martín me pidió que le fotografiara haciendo windsurf. Esto supondría un reto especial para mí.

 

Martín es muy bueno practicando windsurf y le encanta cuando hay temporal. Ese día sin embargo tuve suerte porque, aunque hacía viento, estaba soleado. Me abrigué bien, renuncié al desayuno, tenía el sol a mi espalda y avancé un buen trecho. Había marea baja, un poco de bruma y la costa de Inglaterra no se veía a esa temprana hora de la mañana.

 

Nada más podía distraerme y me concentré en este único pensamiento. “Tienen que salir fotos realmente buenas“. Y en la conciencia del momento presente percibí una dinámica enorme de esa intención.

 

Ajusté la cámara en la A de automático  y me concentré en la foto. Hundí los pies en la arena, el agua me llegaba hasta las rodillas, los brazos pegados al cuerpo. Esto me conectó con la tierra y me ayudó a encontrar la mejor posición.

 

Observaba a Martín con mi cámara como a través de un catalejo. Primero me identifiqué con las olas, después con el surfista. Así, muy poco a poco, logré anticipar por una décima de segundo cuándo saltaría. Y cada vez que conseguía captar el momento exacto, habría podido saltar de alegría. Pero esto no era posible porque tenía los pies enterrados en la arena.

Cuando vi después las fotografías, me sorprendí de lo que había logrado y Martín me preguntó, si no tendría ganas yo también de aprender a hacer windsurf.

Recoge tus propias flores

Llévate el verano a casa

 

Todos los días paso en coche junto a un gran campo de flores. Desde lejos se ven los girasoles, un poco más adelante aparecen los gladiolos, espadas orgullosas que apuntan al cielo, y ya al final descubro las dalias, más pequeñas y especialmente encantadoras.

 

Me gustaría parar a recoger las flores y llevármelas a casa, pero casi nunca llevo dinero suelto encima para pagarlas. Esto me enoja cada vez.

 

Así que ayer agarré la mochila y la bicicleta, me puse en camino y al cabo de 20 minutos llegaba hasta las flores. Junto a la caja había varios cuchillitos para cortarlas.

 

Me sentía muy pequeña mientras me movía entre los altos girasoles buscando los más bonitos. Luego hice con ellos un ramo enorme, metí los tallos en la mochila, introduje las monedas en la caja y volví a casa pedaleando con mucho cuidado.

 

Ahora los girasoles resplandecen en el salón de mi casa y cuando se marchiten, los desecaré y guardaré las pipas para dárselas a los pájaros en invierno.

Happiness of a beginner

Fácil de aprender, sin mucha técnica, solo un buen sentido del equilibrio y ya puedo disfrutar de un caluroso día de verano en el agua.

Un domingo por la mañana, tranquilo, sin viento y cálido. La superficie del agua es un espejo. Por suerte hemos salido muy temprano y estamos todavía solos. Ideal para principiantes y para hacer los primeros ejercicios de yoga en la tabla.

 

Asselt, un pueblecito al otro lado de la frontera entre Alemania y Holanda cerca de Roermond, tiene un pequeño puerto de veleros y está situado en un brazo del río Maas.

 

Mi tabla no es muy grande, eso habría sido un poquito más fácil. Reacciona al mínimo movimiento, por eso ,al principio, lo mejor es simplemente dejarse llevar. Tres paladas a la derecha, tres a la izquierda, así deslizo hacia atrás mis pensamientos. La estela los recoge y los disuelve.

 

Respiro hondo, estoy centrada, de esta manera me dejo llevar por la suerte del principiante. Poco a poco la tabla y la pala se vuelven una prolongación de mi propio yo.

Mi conciencia del momento presente me mantiene en equilibrio un buen rato, puedo mirar hacia arriba y hacia atrás, arrodillarme con cuidado sin perder la estabilidad.

 

Pero, ¡ay! en cuanto salgo de este momento, se desliza un pensamiento hacia delante y entonces ocurre. El equilibrio desaparece, me tambaleo y ¡zas! estoy en el agua. Pero da igual, porque la sensación aquí es tan buena o mejor que arriba en la tabla. Me gusta mucho nadar, sobre todo al aire libre.

 

Así que tengo que subir otra vez a la tabla, encontrar el centro y continuar. Aparecen los primeros veleros y paso remando junto a un cisne negro y sus polluelos.

 

Las nubes se acuestan en el agua y lo que pasa en en cielo se refleja delante de mí.

 

¡Una mañana de domingo realmente hermosa...!