La tierra en un cuadro - Ulrike Arnold

"Trabajo sobre rocas, arena, piedras, polvo, extraigo la esencia, trituro el material con martillo, espátula, mortero y mis manos, raspo, espolvoreo y mezclo. Los granos finos se escurren entre mis dedos. Con agua y aglutinante, se convierten en los colores que dan forma a mis cuadros. Durante días estoy ahí fuera, experimentando el sol abrasador, el viento, las noches frías, buscando la soledad y sintiendo la peculiaridad del lugar. El cuadro surge de mí al aire libre, en conexión con la tierra. Se convierte en la memoria del lugar, es el momento almacenado, compuesto por el material milenario, al que se da una nueva forma sobre una tela de ortiga". 

Ulrike Arnold, Düsseldorf Junio de 2023.

En un caluroso día de verano, visito a Ulrike Arnold en su estudio del casco antiguo de Düsseldorf. Entro en un pequeño patio trasero, me paro frente a un edificio de ladrillo rojo, miro hacia arriba y veo los grandes ventanales de los estudios de varios artistas. En el hueco de la escalera siento el agradable frescor de las viejas paredes. Después de tres pisos, Ulrike Arnold está de pie frente a mí, radiante y abrazándome a modo de saludo. "¿Agua, café o las dos cosas?", me pregunta. Atravesamos una pequeña cocina y entramos en una gran sala de techos altos. Quedamos ante una larga mesa rodeada de los cuadros terrosos de Ulrike: grandes, granulados, en movimiento, ocres y marrones oxidados con destellos verdes y turquesas. 

Inmensos paisajes rocosos se presentan ante mi ojo interior: siento el viento seco, una claridad en el aire y mi propio sentido de la aventura que me había llevado a lugares similares. Conozco estos colores por mis viajes al norte de Argentina y por mis interminables caminatas en de estrechos desfiladeros y valles a través de la inmensidad que me regaló la Patagonia.

Ulrike toca algunos sonidos en su piano, así que puedo recorrer la sala en paz y contemplar a mi alrededor. Mi mirada se posa en finas y secas capas de tierra sobre tela de diferentes lugares de este planeta, momentos espaciales, energía almacenada de lugares de diferentes continentes, fuertes, vulnerables, de piel fina y a la vez sublimes.

Las imágenes de los cinco continentes relacionándose entre sí, contándose su existencia, irradian que es una, nuestra Tierra.

Buscamos el lugar más fresco de sus habitaciones, nos tomamos un café espreso y disfrutamos de una delicia de limón. Ulrike nos cuenta:
"La tierra siempre ha sido el tema de mi pintura. Sólo pinto en el exterior, pasando días y noches al aire libre, experimentando la luz, el viento, el frío, los animales, mi miedo y mi alegría. Con el momento uno y la inmensidad del horizonte a la vista, me siento yo mismo y quiero captar la esencia del lugar. A veces canto, bailo y siento la terrenalidad, convirtiéndome en parte del todo. Así encuentro por un momento mi lugar en el universo".

Hace un tiempo, Ulrike dirigió su mirada al cielo y empezó a pintar con polvo de meteoritos. Trozos, piedras, arenilla del espacio exterior, cometas que han volado millones de kilómetros a través del cosmos, procedentes de galaxias ajenas, todos han penetrado en la atmósfera terrestre a través del escudo térmico después de caer a tierra, encuentran una nueva forma en sus telas.


¿Quiénes somos nosotros cuando miramos este material que no es de esta Tierra?


En un lugar más alejado de la sala hay una imagen de ella que fue creada con colores de todas las partes de la Tierra. Ulrike lo llama "Pintura de un solo mundo". Es enorme y consta de dos partes. Si se pone en el suelo, se ve que es un signo de exclamación. "Prestadme atención", podría ser el mensaje.

Traducción: Cecilia Davidek