Sapucai, Rio Chubut, Patagonia

SAPUCAI, RÍO CHUBUT, PATAGONIA

Carmen vino a visitarnos unos días en Bariloche. Subimos juntas caminando hasta el Refugio Frey, disfrutamos de las impresionantes vistas desde el Cerro Llao Llao y fuimos con Martín por Villa La Angostura a Chile a bañarnos en unos manantiales de agua caliente. Pero la excursión más emocionante empezó una mañana soleada a la puerta de la casa de nuestra amiga Bárbara.

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A las 9.30 en punto llegaron Flor y Dominique en un pick-up, cargaron nuestras mochilas y comenzó el viaje.

El Bolson

El Bolson

La primera escala era El Bolsón, a 100 km al sur de Bariloche, rodeando lagos por la legendaria Ruta 40 que va desde Alaska hasta Tierra del Fuego.

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Rio Chubut

Rio Chubut

Después de una pequeña parada en El Bolsón abandonamos la Ruta 40 y continuamos hacia El Maitén. Al cabo de algunos kilómetros dejamos la carretera asfaltada y seguimos por un camino pedregoso el río Chubut aguas arriba. Atravesamos la estepa patagónica, conscientes de que más allá del horizonte se alzaban las cumbres nevadas de los Andes, donde nace el río  Chubut, que fluye luego de oeste a este para, tras 800 km de recorrido,  desembocar finalmente en el Atlantico. En la lengua de los tehuelches, los habitantes originarios de estas tierras, “chubut” significa “claro”, “transparente”. Debido a su gran contenido en oro hubo incluso en el curso alto del río una mina de oro, hoy en desuso. Estábamos al final de la primavera y en invierno había nevado mucho por lo que el río estaba crecido. Afortunadamente pudimos vadearlo primero en auto, luego a pie y más adelante a caballo.

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Tras otra hora más de viaje aventurero llegamos por fin a la pequeña granja de Tammy y Dominique, dos casas de madera junto al río rodeadas de álamos y praderas. En los prados pastaban los caballos. Horaldo nos había preparado un asado y en la cabaña estaba puesta la mesa. Con el asado había ensalada, pan casero y agua de limón con menta fresca que crecía ahí cerca junto a un arroyuelo. De postre, un flan enorme.


Sacupai

Sacupai

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No había electricidad ni Internet y mis pensamientos se disolvieron en el polvo en el horizonte montañoso)

Después de comer nos bañamos en el río y nos dejamos arrastrar por la corriente. Mientras caminábamos al atardecer aparecieron las primeras estrellas en el cielo y decidí pasar la noche a la intemperie.

Tenía una buena bolsa de dormir y un gorro de lana. La Vía Láctea pasaba justo sobre mi cabeza y a mis pies brillaba la Cruz del Sur. Me dormí enseguida, hasta las cinco de la madrugada. Vi con alegría que ya salía humo por la chimenea de la cabaña. Flor estaba también despierta y había hecho café.

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A las 9.30 salimos para visitar a los Miranda, una familia de pobladores que vivía  a tres horas a pie río arriba. El abuelo de la familia había emigrado desde Chile para establecerse aquí, en el curso alto del Chubut al pie de la mina de oro abandonada. Además de su casa, los Miranda usaban el cobertizo y la capillita de los antiguos mineros. Blanca había cocinado pasta y Manuel, su marido, había preparado cabrito al horno. Antes y después de comer nos ofrecieron mate. Era la primera vez que Carmen tomaba mate y cometió tantos errores que los dos primos Daniel y Manuel no pudieron contener la risa.

El dueño de la casa, don Manuel, nos mostró su caballo de carreras, que había ganado ya varios premios y después de una pequeña siesta regresamos a la granja de Tammy.

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En Sacupai Horaldo había ensillado ya dos caballos para Carmen y para mí, así que junto con Dominique pudimos cruzar al atardecer el Chubut, esta vez río abajo.

El sol se puso tarde. En la cabaña nos esperaba sobre el fuego una cena deliciosa y esta vez decidí tener un techo sobre mi cabeza para dormir.

A la mañana siguiente, después de un desayuno maravilloso con huevos frescos, Dominique nos llevó felices y contentas de vuelta a Bariloche.

Volveré. Sacupai es un lugar pero también un espacio del alma.

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